Durante
este tiempo vacío de palabras he sentido a menudo la necesidad de escribir.
Como siempre, primero venía el discurso a mi mente, cargado de significado, de
mensaje, de ganas de comunicar. Finalmente, el día 21 de este mes me atreví a
transcribir uno de esos activos de mi
mente, preparada para compartir mis últimos sentimientos.
Ni
que decir que no leeréis ese escrito. La base de todos esos textos, transcritos
y mentales, ha sido el malestar. Me he sentido agotada, cansada, timada en
algunos aspectos de mi vida. La negatividad se ha hecho eco en mí. Cosas que no
se hacen adecuadamente, decisiones que me repercuten negativamente. Mis
argumentos aumentaban de peso al describir como estos hechos me afectaban a mí
y a un conjunto de personas bastante grande. Lo suficiente grande como para
hacerle eco y decir ¡basta!
Si
bien es cierto que dicha negatividad está presente en todos los sistemas que
forman parte de mi realidad (mi trabajo, mis estudios, mis grupos de compañeros
e incluso mi familia), la razón que me impedía publicar, comunicar estos
escritos era que, al final, yo misma entendía que no quería colaborar con esa
energía. Mi queja de las quejas no tenía más fruto que el aumento de la
negatividad. Y, de alguna manera, buscaba en mí esa capacidad para aprender,
para sacar la enseñanza, para ser humilde y amable, conmigo y con los demás.
Debo
reconocer que ese sentimiento aún reside en mí. Pero también reconozco mi
capacidad de auto-observación y de sanación. Muchos años le he dedicado ya a
conocerme a mí misma, y aún hoy siento a momentos que en algunos aspectos, tan
solo rozo fronteras del mundo interior tan inmenso que albergo. El mundo que
todos albergamos.
Los
espejos que son las otras personas que conforman mi realidad me han estado
mostrando continuamente una incipiente “necesidad de justicia”. Recuerdo leer,
muchos años atrás, aquel capítulo del libro del Dr. Wayne Dyer (Tus zonas erróneas) llamado: “¿Te has librado ya de tu necesidad de
justicia y equidad?”. Creo que tenía unos dieciséis años y solía leer
rápidamente ese capítulo pues no entendía bien esos conceptos. ¿Por qué,
pensaba yo, debería evitar la justicia y la equidad? Hoy, dieciséis años
después, ya no entiendo la vida en cuestiones de justo o injusto (aunque admito
que quedan trocitos de aquella creencia por alguna parte de mi mente). Hoy
entiendo la vida como un camino de experiencias, no siempre de nuestro agrado
pero, hasta lo que yo he experimentado, siempre muy necesarias. Creo que fue el
gran Emili Duró quien pronunció esta frase que decía: “Cuando miras hacia adelante no ves nada claro. Pero cuando echas la
vista atrás todo encaja”.
Pidiendo
disculpas, primero a mí misma, y también a todas esas personas que indirecta o
directamente se han visto afectadas por mi energía negativa, comparto hoy esta
reflexión con el ánimo de aprender, de expresar mi gratitud y de reflexionar
sobre cuán diferentes se ven las cosas cuando cambias el prisma des del cual
las ves.
Iman
- 27-6-2014